Lo que yo pretendo relatar es una leyenda que una vez me
contaron y que la verdad me impactó. No sé hasta qué punto es real pero sed
vosotros mismos los que juzguéis:
Como todo el mundo sabe, el 31 de Octubre se celebra
Halloween, una tradición americana conocida allí como La noche de brujas.
Además es la noche previa al día de los difuntos, donde se honra la muerte de
todos los fallecidos. Un 31 de Octubre ocurrió un hecho que un pueblo jamás
pudo olvidar. Esta leyenda transcurre en un pueblo de la provincia de Zamora.
Como es de costumbre los 31 de Octubre se va casa por casa pidiendo caramelos a
sus residentes, al menos en la tradición americana. Tres chicos decidieron
llevar la tradición de forma más violenta. Iban casa por casa pidiendo
caramelos a la vez que después tiraban piedras a las casa, destrozaban buzones,
orinaban en las puertas y felpudos. Entonces se les ocurrió la genial idea de
jugar con los muertos. En la plaza del pueblo había una iglesia con campanario
y cerca de la iglesia había un ayuntamiento abandonado. Cuando alguien moría,
era tradición que el cura subiese al campanario de la iglesia e hiciera tocar
las campanas para avisar al pueblo entero. Los tres chicos subieron al
campanario y ataron una cuerda bien larga a las campanas para hacerlas sonar a
medianoche con el pueblo entero durmiendo. Llegada las doce de la noche, los
tres chicos tiraron de las cuerdas para hacer sonar las campanas, uno de los
chicos había previsto que les podían pillar con el truco de las cuerdas así que
ató unos hilos finos pero muy resistentes a las campanas. Sonaron las campanas
en más de una ocasión despertando al pueblo entero. Con todo el pueblo reunido
en la plaza, los críos recogieron la cuerda y empezaron a tirar de los hilos.
Nadie entendía nada. ¿Sonaban las campanas solas
realmente? ¿Eran realmente estúpidos los habitantes del pueblo? Juzgad vosotros
mismos lo que ocurre a continuación.
Los habitantes intentaron explicar el suceso. Decidieron
subir al campanario y ver si esto era una broma de muy mal gusto o si esto era
un hecho que no podía tener explicación. El primero en subir fue el cura
Andrés. Subió al campanario buscando a unos gamberros pero lo que encontró no
fue más que la nada, obscuridad y nada más. El cura bajó gritando y con muchos
temblores en el cuerpo, lo contó absolutamente
todo. Cada uno de los presentes no daba crédito a lo que veía
-Esto es cosa del diablo.- decían unos
-Si es
verdad lo que está ocurriendo, la única solución es irnos y rezar porque mañana no haya otra
muerte.- decían otros.
Al final, todos los habitantes decidieron marcharse a sus
casas e intentar olvidarse del más extraño suceso que había ocurrido en este
pueblo. Sin ni siquiera fijarse si había alguien en el ayuntamiento. Desalojada
la plaza, los tres chicos bajaron del ayuntamiento entre risas.
-Los
hemos asustado pero bien.- dijo uno de los chicos.
-Ha sido
increíble.-dijo otro.
-¿Creéis
que nos superaremos alguna vez?- dijo el último de ellos.
-Va a
ser difícil.
-Está
bien chicos dejémoslo por hoy.- dijo el tercero de ellos.
Los tres se separaron para ir a sus casas, recordando lo
que ellos habían considerado una hazaña. El tercero de los chicos se disponía a
entrar en su casa cuando al final de la calle vio un destello y oyó un ruido
fúnebre. Asomó la cabeza por la esquina de la calle y lo que vio le sorprendió
de tal manera que perdió el equilibrio y se cayó al suelo. Era una marcha
fúnebre compuesta por cinco personas vestidas totalmente de blanco, cabizbajos
y bajando por la calle hasta su casa. El chico no daba crédito a lo que veía.
Decidió salir corriendo en busca de sus amigos para contárselo.
-¡Chicos
venid! He visto una marcha fúnebre que se dirigía a mi casa.
-¿Pero
qué dices?
-Vale ya
de bromitas.
-Os juro
por mi vida que es verdad.
- Mira, ya sé que te ha gustado la broma
de antes pero esto no tiene gracia.
-¡Os juro
que es verdad!
-Esto no
tiene ninguna gracia…
Sus amigos le ignoraron y se marcharon a sus casas. El
chico decidió volver a su casa y olvidar lo que había visto, pero aún seguía
teniendo miedo. Consiguió entrar a su casa. Una vez dentro decidió irse a
dormir y olvidarse de todo. Al entrar a su habitación vio una nota tirada en el
suelo. La cogió y leyó lo que ponía:
“¿Sabes
que los muertos pueden escuchar a los vivos?
¿Nunca
te han dicho que no se debe jugar con los muertos?
Un
alma viva hizo sonar la campanas y eso significa que alguien
ha
muerto, pero nadie ha muerto ¿verdad?, por eso habrá que
buscar
un alma viva.
El chico no sabía qué hacer. Se cayó del miedo que tenía
en su cuerpo, las lágrimas brotaban de sus ojos descontroladamente. Vio un
resplandor pasar por su ventana. Lo sabía, sabía lo que eso significaba, lo
había visto antes. Sacó fuerzas de flaqueza y miró por la ventana. Allí, en frente
de su casa, se encontraba la marcha fúnebre de antes. Se apartó corriendo,
tenía muchísimo miedo, intento balbucear
algo pero no podía. El miedo le bloqueaba todos los sentidos.
Pasado un rato, vio que el resplandor se alejaba. ¿Podía
ser que esa marcha fúnebre se estuviera yendo y olvidándose del chico? Para
comprobarlo, el chico se levantó y caminó hasta la ventana y lo que vio no fue
mas que la venganza por sus gamberradas. Había un mensaje con un solo destinatario: el chico.
El
muerto no puede resucitar pero el vivo si puede morir.
El chico no supo cómo reaccionar. Se arrodilló y se llevó
las manos a la cara con desesperación.
A primera hora del día de los difuntos, una persona del
pueblo pasó por esa calle, la calle del chico. Vio el mensaje en la pared
enfrente de la casa y luego la giró hacia ésta. Se oyó un grito aterrador que
sonó por todas las calles del pueblo. El chico se había suicidado, ahorcándose
desde la ventana de su cuarto.
A partir de este suceso, todos los Días de los Difuntos
se reúnen en la plaza los habitantes del pueblo guardando un minuto de silencio
por el fallecimiento del chico. El alcalde, los dos chicos, todo el pueblo
sabían que este era el resultado de una represalia que había costado la vida a
un pobre chico. A la vez servía de advertencia a futuros chicos gamberros. El
mensaje y la horca se mantienen intactos, la casa se abandonó poco después.
Autor: Álvaro Tejedor
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